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Las uvas en Nochevieja

 

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Ya está aquí el final del año, momento para recapacitar y hacer balance de lo acontecido; pero también es momento de deseos e ilusiones para el año que entra. Estos días están llenos de tradiciones y una de las más arraigada es la de comer las uvas de la suerte. Pensando, pensando, me entró la curiosidad y me puse a buscar el por qué de esta tradición y he aquí lo que he encontrado: 

La versión corta de la historia, y la que es vox populi, es que se trata de una tradición promovida en 1909 por agricultores de Alicante y Murcia, deseosos de colocar el excedente de uvas que habían sufrido ese año debido a una buena cosecha. Sin embargo, y aunque esta historia tiene algo de verdad, su origen se remonta a algunos años antes.

Si entendemos la tradición de las uvas de Nochevieja como aquella que consiste en tomarse doce uvas en la Puerta del Sol a las 12 de la noche del 31 de diciembre, el primer testimonio escrito que la constata es de la prensa madrileña en enero de 1897, donde se comenta que “Es costumbre madrileña comer doce uvas al dar las doce horas en el reloj que separa el año saliente del entrante”, lo cual quiere decir que al menos en 1896 así se hizo, y probablemente algún año atrás.

La explicación plausible de por qué alguien decidió que era buena idea pasar frío la última noche del año esperando que un reloj diera las 12 campanadas para atragantarse con una docena de uvas tiene su miga. Resulta que en 1882 el alcalde de Madrid, José Abascal y Carredano, decidió imponer una tasa de un duro a todos aquellos que quisieran salir a recibir a los Reyes Magos la noche del día 5 de enero. El fin de esta otra tradición no era tal —no confundir con la cabalgata de Reyes— sino más bien el de pasar una noche de fiesta, borrachera y armando jaleo.

Así, privados los madrileños de esta noche de farra —salvo para aquellos que dispusieran de tal fortuna— algunos se animaron a celebrar la Nochevieja en la Puerta del Sol, comiendo uvas con las campanadas, tal vez como protesta o como mofa de la tradición burguesa de comer uvas y champán en la cena de Nochevieja, una tradición que reflejan los periódicos de la época y que dicen importada de Francia y Alemania.

Este comportamiento se extendió y popularizó rápidamente en la capital, hasta el punto de que en 1897 los comerciantes de la ciudad ya publicitaban las uvas de la suerte, y en poco años se conocía en lugares tan lejanos como Tenerife. Ahí es donde entran nuestros agricultores levantinos del principio, que aprovechando su excedente de producción de 1909, realizaron una campaña para promulgar y potenciar la costumbre por todo el país, y así poder colocar su mercancía.

Está claro que les salió bien, y hoy pocos son los que no dan la bienvenida al Año Nuevo con 12 uvas en la mano para ir comiéndolas al son de cada campanada, o al menos intentándolo. La superstición dice que da buena suerte y nuestros artesanos confiteros y pasteleros nos siguen deseando más suerte cada año elaborando sus deliciosos “racimos de uvas de la suerte”, una nueva costumbre…. que poco a poco llegará a ser una tradición muy dulce!

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